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Ana Sofía M.

Cartas desde el Perú 2: Machu Picchu, el Valle Sagrado y cumplir sueños

Hola desde Cusco,


Esta es la segunda carta que escribo en este viaje. Llevo 13 días en el Perú, aún me quedan 43 días aquí, pero siento que ya han pasado demasiadas cosas. Esta semana hice el viaje por el Valle Sagrado hasta llegar a Aguascalientes que es el pueblo desde donde subes a Machu Picchu.


Llevaba años soñando con recorrer el Valle Sagrado, guardando en boards de Pinterest todos los lugares que no me podía perder. Hacerlo realidad me llenó de muchísimo sentimiento.


La primera parada fue el poblado de Chinchero, especialistas en textiles, y donde también tuvimos la fortuna de que se nos cruzaran las fiestas del pueblo. Había música y gente bailando por todos lados.


Luego fuimos a Moray, los laboratorios agrícolas incas. Ahí cultivaban y conservaban diferentes semillas. Ver de cerca cómo entendían la naturaleza y usaban su tecnología para crear esas infraestructuras me llenó de admiración por las culturas originarias pero también de miles de preguntas que no sé si algún día se puedan resolver.


Después, visitamos las Salineras de Maras, donde hay más de 5,000 piscinas de sal. Siempre soñé con ver la textura y los tonos de cada salinera. El lugar era exactamente como lo imaginaba: único, con una paleta de colores y texturas que cubren el paso entre dos montañas.


Nuestra siguiente parada fue Ollantaytambo, un pueblo que también tiene ruinas incaicas. Subí al Templo del Sol y desde allí se ve todo el pueblo. Fue mi última parada con el grupo. Me quedé sola y caminé hasta la estación para esperar mi tren hacia Machu Picchu.


A ese tren me subí con muchísima emoción, sabiendo que cada vez estaba más cerca de llegar a uno de mis mayores sueños. Los paisajes, la montaña nevada La Veronica, el río que corre a la par del tren y las montañas que te acompañan en el trayecto, es de lo más bonito que he visto.


Llegué de noche a Aguascalientes. Caminé un poquito a mi hospedaje y me recibieron con muchísimo cariño. El señor Américo, que era quien atendía la posada, se aseguró de explicarme todo lo que necesitaba saber para al día siguiente estar lista.


Intenté dormir, no lo logré del nervio. Le gané a la alarma. Mientras me arreglaba, lloré un poquito. Desde que amaneció me inundaba la emoción de saber que estaba a punto de cumplirme un sueño. Mientras escribo esto se me vuelven a llenar los ojos de lágrimas pero no puedo evitar sentirme muy orgullosa de mí. De haberme atrevido a regalarme este viaje, de atreverme a ir a los lugares que siempre he querido aunque sea conmigo misma.



El señor Americo me dejó con mi guía a las 7:30 am. Mi entrada era a las 9am. Ahí empezó la aventura. Cuando por fin avanzaron las filas enormes y me tocó sentarme en el autobús para subir, lo único que empezaba a ver eran montañas y montañas. Nos íbamos elevando miles de metros para dejar atrás el pueblo que vive en las faldas de los cerros y llegar a la antigua ciudad de las montañas.


Entrar fue mágico, mi primera impresión de Machu Picchu es la imagen que todos conocemos. La montaña de Huayna Picchu de fondo y toda la ciudadela frente a ella.

Lo que yo daría por ver aunque sea por 10 minutos cómo se veía esa ciudad activa.


Habrá personas que ya no sientan que es algo tan impresionante, para mí significó TODO el estar ahí arriba y verlo con mis propios ojos. Entender la magnitud de una ciudad que está en lo alto de las montañas y de la cual no sabemos prácticamente nada aunque sea una de las 7 maravillas del mundo.

Algo que nos dijo nuestro guía y que nunca se me va a olvidar es que todo lo que sabemos son suposiciones y que la única verdad es la que cada uno tenemos. Que por más estudios que se han hecho, mucho de lo que los historiadores han compartido, son teorías y pocas cosas con certeras. Aunque eso me llena de curiosidad, también se me hace un gran regalo, el saber que todo esto que pude ver es lo que yo quiera que sea y tiene el significado que yo quiera darle.

Vuelvo a llorar nada más de escribir esto.


Salí de ahí sintiéndome muy contenta. Abrazando con muchas fuerzas esa sensación para que no se me escapé, ni se me olvide.


Las fotografías me sirven mucho para eso. Veo lo que he tomado de otros viajes y me vuelvo a transportar a esos momentos. Me acuerdo de lo que pensaba y sentía.

Aquí las dejo para inmortalizar esa sensación y para recordarme a mi misma que no hay lugar demasiado lejano al que quiera ir y no pueda llevarme.


También, antes de entrar a Machu Picchu unas personas de mi grupo me preguntaron de dónde venía y con quién iba. Les compartí que estoy haciendo este viaje sola (o con mi propia compañía). Una de ellas me dijo "qué valiente" y sí, me siento muy valiente.


Jamás pensé que me atrevería a hacer todo esto. A visitar tantos lugares, a salirme de lo familiar por 2 meses, a intentar seguir con mi vida pero en otro lugar.


Ya lo he hecho antes con intercambios o estudiando, pero esta vez es distinto. No hay escuela, universidad, reglas o algo que me de un plan. Aquí estoy solo yo y mis ganas por comerme al mundo.


Con esto me despido. Ojalá algún día se animen a cumplirse un sueño que tengan o llevarse a un lugar que no se les sale de la cabeza. Es una sensación que espero todos podamos vivir aunque sea una vez en la vida.


Si quieren que les llegue un correo cuando publique la siguiente carta, suscríbanse aquí.

Para ver mis aventuras resumidas en videos, las encuentran aquí.


Con amor,

Ana Sofía.




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