Después de 27 días viajando sola por Perú, el fin de mi estadía en Cusco está cada vez más cerca. Mi corazón se siente un poquito apachurrado, no me quiero ir. Quiero ver más. Tampoco quiero despedirme de las amistades que he hecho, que aunque no han sido muchas, han sido muy significativas. Durante estas semanas, coincidí con personas que también viajan despacio, quedándose por semanas en la misma ciudad. Se siente extraño saber que puede o no ser la última vez que vea a muchas de estas personas.
Una de mis cosas favoritas de viajar ha sido conocer a locales que me han mostrado lugares y experiencias que solo viviendo aquí se pueden descubrir. Es lo que más disfruto y una de las razones principales por las que decidí quedarme tanto tiempo.
La Laguna Humantay y el círculo de mujeres en el Valle Sagrado
La semana pasada fue bastante interesante, y quien me sigue en Instagram, seguramente ya vio adelantos en mis historias, pero aquí les dejo el verdadero resumen.
Fui a la Laguna Humantay, famosa por sus aguas cristalinas que reflejan las montañas nevadas. El hike para llegar es demandante y aunque el paisaje es impresionante, la realidad es que hay una gran cantidad de gente, guías gritando para reunir a sus grupos y poco espacio para disfrutar del lugar en paz. Creo que yo recomendaría más hacer el recorrido de las 7 Lagunas de Ausangate en el que hablé en mi carta anterior.
El día después de ese hike, una amiga que hice aquí, Euge, me invitó a un Círculo de Mujeres en el Valle Sagrado de los Incas. Al principio, dudé si ir, porque estaba agotada, pero 30 minutos antes de que se fueran, decidí unirme al plan y fue la mejor decisión que pude haber tomado.
En la carta pasada mencioné el libro de Chamanes eléctricos en la fiesta del sol, y en esta carta lo vuelvo a hacer porque verdaderamente sentí que viví un momento del libro de Mónica Ojeda ese fin de semana.
Tuvimos una ceremonia para el equinoccio de primavera, rodeada de montañas, junto a un río, con un fuego para acompañarnos en el frío. Cuando se hizo de noche, las estrellas nos acompañaron, tenía mucho de no verlas.
Hicimos coronas de flores, bebimos flor de loto azul y aprendí lo que es el ecstatic dance. Fue una experiencia muy mágica, me divertí como una niña bailando bajo las estrellas.
Si cierro mis ojos me puedo acordar de lo que sentí. Nunca se me va a olvidar lo que te hace sentir el Valle Sagrado, que no me logro explicar qué es pero todas las personas que vienen entienden. Es como si supieras que algo sigue vive aquí que en otros lugares no necesariamente lo percibes.
La lección de tomar las oportunidades
Después de lo mucho que me divertí en esa ceremonia, alcancé a mis amigos de Cusco para apoyarlos en una fiesta que organizaron. No sé de donde saqué energía para que mi cuerpo aguantara todo lo que bailamos y tantas desveladas en tan pocos días pero estoy contenta de que lo hice todo.
Esta experiencia me recordó lo importante que es aceptar las invitaciones y oportunidades que nos llegan, incluso cuando el cansancio quiere ganarnos. Si ese día me hubiera comprado la idea de que "yo no aguanto" o que mi "cansancio es más grande", me hubiera perdido una de las mejores experiencias de mi vida. A veces es necesario esforzarse un poquito más para no dejar pasar lo que realmente vale la pena.
Sin embargo, también estoy aprendiendo a escucharme, a no compararme con los demás. Entendiendo que mi energía tiene un límite y está bien parar cuando lo necesite.
Aquí te dejo algunas fotos de estos 27 días en Perú y todas las oportunidades que he tomado:
Con amor,
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