Carta #1 desde Ecuador: Lo que no había contado de viajar sola
- Ana Sofía M.
- hace 12 horas
- 3 Min. de lectura
Me siento un poco hipócrita y quiero contar porqué.

Siento que la vida busca una balance y le gusta ponernos en los extremos del péndulo de vez en cuando para que aprendamos a apreciar lo que no es permanente. Pero aquí les voy a contar lo que me ha pasado y a lo que me refiero.
Ya llegué a Ecuador. Llevo cinco días aquí, después de haber estado en Los Órganos, Perú, por quince días viendo y trabajando con ballenas jorobadas. Mi voluntariado en Perú fue de las mejores cosas que me han pasado. Si lo pudiera resumir, diría que fue la experiencia perfecta. Me sentí cómoda, segura, encontré gente que hizo la experiencia muy especial, me sentí muy valorada. Por primera vez en muchos años, vi el impacto que puede hacer mi trabajo.
Hasta que llegó el momento de irme y desde antes de llegar a Perú decidí que no iba a terminar mi viaje ahí, sino que iba a seguir de nómada digital y regresar al trabajo viajando desde Ecuador. Así que tomé un autobús del terror, luego cuento esa historia, y después de miles de horas terminé en una ciudad colonial como primera parada: Cuenca.

No sé exactamente qué es, o si es una acumulación de sensaciones, pero la he pasado un poco mal. No paro de llorar desde que llegué. Me siento alienígena. No me hayo, no encuentro sentido a la decisión que tomé. Siento que todo se pone muy complicado.
El trabajo me ha mantenido distraída, pero aquí sí me he sentido muy fuera de mi zona de confort. También siento que escucho tantas malas noticias que es la primera vez en mucho tiempo que viajo y no me siento muy segura.
Estoy enojada conmigo misma por haberme puesto un poco en esta situación y saber que todavía me faltan muchas semanas más por aquí, y una parte de mí solo tiene ganas de renunciar a todo y regresarme a mi casa.
Me cuesta trabajo pensar en la dualidad de la vida. Hace cuatro días yo era la persona más feliz, confiada y tranquila viajando sola, y ahora, por alguna razón, no logro resistir el silencio. Me inunda una tristeza y siento que nada de lo que estoy haciendo tiene sentido.
Traigo miedo atorado.

Pero no tengo mucha opción más que seguir avanzando. Me tengo que mover, y me voy a seguir moviendo. Y voy con la bendición de la vida, porque aquí sí siento que no tengo nada de qué agarrarme ni a quién pedirle ayuda.
Me siento hipócrita porque muchas personas podrían pensar que estoy viviendo el mejor momento de mi vida, y la verdad es que no. Sí es un sueño poder vivir viajando pero con toda la honestidad del mundo, he pasado unos últimos días nada lindos. Siento que nada más estoy cumpliendo un capricho que no sé si va a valer la pena y tratando de convencerme de que toda esta sensación es pasajera.
Escribo esto también para enseñar que no todo es perfecto. Me siento con la responsabilidad de no hacerle creer mentiras a quienes ven lo que comparto sobre mis viajes. Pero también escribo esto, para que cuando las cosas mejoren pueda regresar a leer esta carta y vea que pude salir de ese hoyo de preocupación en el que me sentía.
Confío en que después voy a estar mejor, que voy a terminar en otra ciudad. Tal vez conozca más gente, tal vez no. Pero quiero confiar en que todo estará un poco mejor y voy a poder voltear a ver esa sensación como solo un bachecito en el camino.

Porque supongo que, para apreciar lo hermoso que he vivido, también tenía que sentir esto: para entender que la vida es preciosamente complicada, y que lo bueno hay que abrazarlo cuando lo tenemos, y lo malo hay que dejarlo pasar rápido para llegar a otras costas que se sientan menos revueltas.
Gracias a quienes me han escrito y mandado apapachos. A quienes me han hecho la plática para distraerme. Y al trabajo, que me mantiene ocupada y resolviendo cosas. Me ilusiona que las siguientes cartas vengan desde un lugar más lindo, pero no quería dejar pasar la oportunidad de hablar con la verdad de lo que también es viajar sola.
Con amor,
Ana Sofía
Comentarios