El semestre pasado tuve una clase en el que nos pidieron el trabajo final más aterrador de toda mi vida. Consistía en leer el libro "Mi última lección" que es la historia del profesor Randy Pausch, que sabía que se iba a morir y planea una última lección para dejarla como su legado.
Después de leer este libro y reflexionar sobre cuál sería la última lección, el trabajo requería redactarla y leerla enfrente de todo el salón con una duración mínima de 3 minutos. Después de pensar que era el peor plan de la vida, de cualquier manera tenía que hacerlo para no reprobar. Decidí redactarla de manera que pudiera pararme a leerla completa sin que las ganas de llorar me dejaran sin voz desde los primeros 10 segundos.
El resultado de Mi última lección quedó mucho mejor de lo que esperaba. Terminé muy contenta con lo que escribí y algunas personas se identificaron tanto que me pidieron que lo compartiera, así que por fin lo estoy haciendo. También, lloré muchísimo con las lecciones de otras personas y fue un ejercicio bien interesante ver lo que los demás tenían que decir.
Esto es para quien le sirva...
Mi última lección
Si estoy en el momento en que sé que mi vida llega a su fin, quiero tomarme el tiempo de recordar lo más importante que he aprendido y volver a esos espacios en mi memoria que guardan los mejores recuerdos. Si tengo que resumir las cosas más importantes que he aprendido durante estos años, tengo 5 recordatorios que me gustaría que se quedaran como un consejo para quien sea que lea o escuche esto…
El primero, cambió mi mundo cuando lo entendí, y es que sí tenemos la posibilidad de decidir vivir la vida que queremos. A pesar de que nuestro espectro de opciones a veces nos parezca reducido o nuestra acciones diarias se ven limitadas por recursos externos como nuestra locación geográfica, la familia en la que crecimos, nuestro poder adquisitivo o cualquier otra cosa; aún tomando todo esto en cuenta, sí podemos tomar decisiones que nos acerquen a lo que queremos. No solo somos una consecuencia de lo que nos sucede porque mientras crecemos, tenemos el gran regalo de elegir a las personas que frecuentamos. Podemos elegir no conformarnos con quedarnos en lugares donde tenemos que omitir partes de quienes somos para caber. Tenemos la oportunidad de cambiar lo que hacemos, a lo que nos dedicamos, los espacios en los que trabajamos. Hay muchas cosas que sí podemos elegir, aunque a veces el tomar esas decisiones duela, incomode o signifique que tengamos que despedirnos de muchas personas. Y hay que hacerlo, porque dentro de un mundo donde tenemos tan poco control sobre lo que nos rodea, lo mínimo que podemos hacer por nuestra propia existencia es tomar las decisiones que estén en nuestras manos para vivir en bienestar y ser las personas que nos gustaría.
La segunda lección es que si algo te quita la paz, no vale la pena. Es muy distinto que algo te emocione y te quite el sueño de los nervios a que una situación sea tan agobiante que te deje con una incertidumbre que no te permita seguir. Regresamos a la parte de tomar decisiones, si es algo en lo que puedes tomar una decisión, elige lo que te dé paz. Ya hay muchas cosas que no están a tu alcance y te quitarán el sueño, por lo menos asegúrate de que las que sí son tus elecciones te den una sensación de calma porque son las que quieres, independientemente de los resultados.
Como tercera lección, quiero recordarme a mí misma y las personas que pasan por algo parecido que, todos esos lugares en los que te cuesta tanto encajar, nunca te van a traer la satisfacción que esperas. Hay espacios donde no perteneces y eso es por una razón. No es porque haya algo mal contigo o con ese lugar al que quieres entrar, simplemente, si desde un principio tienes que olvidarte de quien eres, nunca vas sentirte a gusto porque seguirás sintiendo que algo falta. Ese “algo” fue todo a lo que tuviste que renunciar de ti creyendo que sin eso estarías mejor. Creyendo que tienes que parecerte a alguien más para ser aceptado. No tiene nada negativo querer aprender, superarte o formar parte de entornos que te reten a crecer para ser una mejor versión de quién eres. Esos espacios son muy distintos a los que crees que te van a dar satisfacción únicamente por recibir una aprobación externa. Elige con cuidado y sin renunciar a tu esencia.
Mi cuarta lección es que todas las personas son grandes maestras. Todas te enseñan algo de ti. Hay personas que vienen en un mes a mostrarte lo que no pudiste ver en años. Hay algunas que vienen a mostrarte todo lo que no quieres y hay otras que te reafirman que, todo eso con lo que sueñas, sí es posible. Nadie tiene una completa certidumbre de lo que está haciendo. Nadie es una misma versión para toda la vida pero todos esos cambios en las demás personas, todo lo que hacen cerca y lejos de ti, pueden enseñarte algo si estás dispuesto a ver qué hay ahí qué puedes aprender.
Como último aprendizaje y tal vez sea el más importante, es que hay que hacer algo con todas estas lecciones, no solo dejar que entren a formar listas de cosas que deberíamos saber pero nunca aplicamos. La teoría nos sirve para crearnos un muro detrás del que podemos escondernos, pero si jamás llevamos todo eso a la práctica, seguiremos siendo una versión a medias de quienes podemos ser. Y es ahí donde nos preguntamos por qué siempre nos sucede lo mismo, por qué siempre terminamos en situaciones parecidas o por qué no logramos sentir que evolucionamos. Lo más probable es que sea porque nunca nos atrevimos a ir más allá de lo que ya sabíamos para hacernos responsables de lo que teníamos que hacer para conseguir eso que queríamos. Es muy fácil solo desear tener algo pero requiere mucho más hacer algo para en realidad tenerlo y ahí es donde a veces nos quedamos a medio camino.
Además de las lecciones que me han dejado las personas y cómo he decidido llevar mi vida, hay muchos momentos que me reafirman que todo ha valido la pena.
Si tuviera que enumerar algunos me quedo con:
El tiempo y los recuerdos que creé con mi familia
Las veces que me demostré a mi misma que podía lograr cosas que creí que eran imposibles.
Todas las conversaciones difíciles en donde el resultado siempre fue mucho más satisfactorio que la incomodidad de empezarlas.
Las amistades que construí y que con los años se quedaron para seguir creando recuerdos.
Los atardeceres que vi.
Todas las coincidencias que hoy entiendo tienen una explicación mucho más grande. Una que no solo se puede resumir a que dos cosas o más se encuentren en un mismo lugar. El final siempre resulta mucho mejor planeado como para creer que no hay algo sincronizándolo.
Las veces que algo de lo que hice le ayudó a alguien más, lo hizo sentir mejor, lo hizo cambiar de opinión o simplemente mejoró el transcurso de su día.
Las mascotas que formaron parte de mi familia.
Cada lugar que visité y en donde dejé una partecita de mí con la idea de algún día podría regresar por ella.
Y la lista podría ser infinita pero esto es lo que me gusta recordar primero.
Otra cosa importante para mí es que nunca me sentí a gusto cuando las personas dicen que no se arrepienten de cosas que hicieron en el pasado. Yo me arrepiento de muchas, a pesar de que aprendí grandes lecciones de ellas. Si en mi poder estuviera, claro que regresaría el tiempo y cambiaría cosas. Regresaría a esos momentos para no hacer comentarios que a otras personas les dolieron. Cambiaría situaciones en donde no me enorgullece como reaccioné o simplemente borraría de mi historia algunos sucesos que nunca representaron la persona que soy ni quien fui.
Claro que si pudiera lo cambiaría pero como no puedo, esta es mi manera de decir “lo siento”. Porque lo mínimo que puedo hacer es reconocer todas esas cosas que me hubiera gustado que sucedieran de otra manera, para concluir que lo que aprendí de ellas sirvió. Me ayudaron a darme cuenta de las acciones que nunca más quise volver a repetir, de cómo hay que cuidar a las personas que tenemos cerca, de lo mucho que pesan nuestras opiniones en las vidas de quienes nos rodean. A veces se nos olvida que tenemos una gran influencia en los demás y que nuestros comentarios también son capaces de desmotivar sueños, por lo que tenemos una gran responsabilidad sobre cómo intervenimos en las vidas ajenas. Tal vez esta sea otra de las lecciones importantes que me gustaría dejar, nuestra existencia importa, en lo micro, en lo macro, en la vida de los que tenemos a lado y en el camino de las personas que todavía no llegan.
Por último, quiero que si algo de mí se queda en otras personas, sea la idea de que fui feliz. Tuve la oportunidad de tener una familia que me dió todo para ser libre. Cumplí mis sueños e incluso algunos que ni siquiera sabía que tenía. Tuve muchos miedo y que aún así hice algo porque no me impidieran seguir con mi vida y que si hay algo que hace que vale pena vivir, son todos los recuerdos que llegué a coleccionar y que cualquier persona puede tomar los que quiera conservar de su vida. Porque no solo somos lo que estudiamos, en lo que trabajamos, lo que creemos que sabemos o lo que los demás piensan de nosotros, somos lo que, en completa consciencia, elegimos ser.
Con amor,
Comments