
Últimamente he estado pensando mucho en personas que ya no están. No me refiero a quienes han trascendido a un lugar desconocido, sino a quienes ya no están en mi vida, presencias fugaces de las que no sé nada, pero que siguen pisando esta Tierra.
¿Qué será de sus vidas? ¿Qué están haciendo? ¿A qué retos se estarán enfrentando? ¿Qué tanto habrán cambiado? ¿Qué han construido para sus vidas? ¿En qué rincón del mundo acabaron?
Me pregunto si esas personas que conocí en un viaje y después no volví a ver, ¿seguirán viajando? ¿Habrán encontrado su camino o ya estaban en él?
Pienso en las personas que conocí en secundaria, la primera vez que pasé más de seis meses en otro país. Niñas de mi edad que formaban parte de familias que lo dejaron todo en sus países de origen con tal de buscar una mejor vida en otro lugar. ¿Lo habrán logrado? ¿Tendrán la vida que sus papás soñaron para ellas? Lo último que supe es que dos ya eran mamás. A veces, se cuelan en mis recuerdos. ¿Qué será de esas niñas con las que compartí laboratorio, miles de horas de risa y un idioma que no todos en clase entendían? Era lo que nos unía.

También se me viene a la mente la familia con la que viví cuando cumplí 18 años y me fui a trabajar de niñera. Cuando yo era parte de sus vidas, tenían 7 y 11 años. Ya deben de tener casi 17 años. Les perdí la pista. El último mail que les mandé no tuvo respuesta, pero me pregunto qué será de ellas y de su familia. ¿Seguirán viviendo en el pueblito en la frontera con Suiza, donde no había nada que hacer? ¿Seguirán batallando con el frío del invierno en los Alpes? ¿Qué planean estudiar? Eran niñas brillantes, estoy segura de que lo siguen siendo.
¿Qué tan altas estarán?

Tengo mi imperio romano y, de vez en cuando, me pregunto qué será de una mejor amiga que, de un día a otro, pasó a ser una completa extraña. Me cuesta acordarme de cómo era la vida cuando la compartía con ella. En ocasiones me visita una curiosidad que quisiera saber si todas las cosas que le preocupaban ahora ya no ocupan su mente. Le desearía que así fuera. Ojalá haya encontrado la paz que tanto buscaba.
Me pregunto si, en algún momento, yo también me cruzo por su mente.
Otros días pienso en profesores que tuve, en esos que admiraba por la manera en la que compartían lo que sabían, pero también en esos que yo sabía que no disfrutaban dar clases, que solo estaban ahí porque no creían que hubiera otra mejor opción. Honestamente, esas eran las clases más difíciles para mí. Me daba lástima y tristeza ver cómo sus vidas no les gustaban y eso era lo único que contagiaban en sus clases. Me pregunto qué será de ellos y solo deseo que esa tristeza que los consumía los haya movido a un lugar que sí los hiciera felices.
Hay momentos en el día en que me pregunto qué están haciendo, en este preciso momento, algunas de las personas que admiro y que no conozco. ¿Qué estará haciendo Elizabeth Gilbert en este momento? ¿Sobre qué habrá escrito hoy? ¿Habrá meditado? Y Mónica Ojeda, ¿qué habrá desayunado? ¿De qué estará escribiendo? ¿Qué libro estará leyendo? ¿Qué estará pasando por la mente de C. Tangana? ¿Ya no tiene ganas de escribir canciones? ¿Encontró más propósito en el cine? ¿Cómo habrá amanecido Yayoi Kusama? ¿Estará usando su peluca roja? ¿Hoy va a pintar o está descansando?
¿Alguien más se pregunta cosas así?
Pienso en esas amistades de mi intercambio, con quienes compartí seis meses de convivencia, cocina y espacios en común. Acabamos la carrera casi todos hace un año. Sé de algunas personas que están viajando, sé del trabajo de algunas otras, pero ¿qué hacen diario? ¿En qué idioma piensan constantemente? ¿Cuántas veces se habrán mudado? ¿Sus cuartos los habrán decorado con el mismo detalle que lo hacían en nuestra residencia de cuartitos micro y blancos? ¿Cuántos tatuajes más se habrán hecho? ¿Extrañarán ese verano en Copenhague tanto como yo?
¿Algún día volveremos a vernos? Esa es una de las preguntas que más me da miedo.

Pienso en quienes fueron mis alumnas y alumnos en mi primer trabajo dando clases de baile. Ya no tienen 6 o 7 años. Deben de tener 14 o 15 y me pregunto: ¿a qué se están enfrentando? ¿Seguirán bailando? ¿Habrán encontrado otro deporte que les guste más? ¿Ya toman decisiones por sí mismos? ¿Se habrán enamorado por primera vez? ¿Habrán tenido que aprender de la vida y la muerte con la despedida de alguno de sus abuelos? ¿Cómo los estará tratando la adolescencia? ¿Cómo estará su salud mental?
¿Le darán la misma importancia a las cosas que a mí me importaban a esa edad? Espero que no.
También pienso en las personas que siguen en mi vida pero que no necesariamente están en contacto conmigo todos los días. Amigas que están cumpliendo sus sueños lejos de casa o en carreras muy demandantes. Quienes tienen el corazón roto pero son demasiado fuertes para admitirlo. Amistades que veo seguido y tienen una sonrisa, pero que sé que, de vez en cuando, cargan con más tristezas que alegrías.
Pienso en esas personas en mi vida que tienen que tomar grandes decisiones, de esas que cambian toda tu vida y no hay vuelta atrás. Viene a mi mente constantemente una amiga que veré pronto y que, la última vez que nos vimos, me dijo que tenía tres meses para decidir si quería ser mamá. No me he atrevido a sacar el tema, pero estoy segura de que la respuesta saldrá en algunas semanas cuando volvamos a vernos.
Pensar tanto en estas amistades presentes y en las que se acabaron me hace preguntarme: ¿qué será de nuestras vidas en cinco años? ¿Nos habremos atrevido a tomar esas decisiones con todo y miedo? Pienso mucho en mi futuro en relación con los demás y me pregunto si quienes están en mi vida hoy seguirán. ¿Llegarán nuevas personas? ¿Qué sueños cumplirán las personas que amo? ¿Quiénes serán parte de sus sueños? Me pregunto si quienes tenían sueños muy grandes se atrevieron a ir por ellos. Si quienes no tenían sueños encontraron algo que les encendiera el alma, aunque fuera un poquito.
Con esto solo quiero decir que acordarme tanto de personas que ya no están me ha hecho darme cuenta de la colección increíble de experiencias que me conforman y de toda la gratitud que me habita por haberme cruzado con tanta gente en el camino.
Este escrito es una excelente excusa para reconectar con gente de nuestro pasado que hace sentido que tengamos todavía en nuestras vidas. Esas amistades a las que podemos decir que extrañamos. Esa familia lejana que no vemos. Esos profesores que nos cambiaron la vida y no lo saben. Un mensaje hace toda la diferencia.
Si hay alguien que se les haya venido a la mente y solo quieren decirle que le aprecian y le agradecen haber sido parte de su historia, pero no saben cómo, mándenle esto.
Este texto sirve para explicar cómo no tenemos que estar cerca todos los días ni saber siempre de nuestras vidas, pero eso no quita que el cariño se haya quedado tejido en los recuerdos y que en nosotros viva una infinita gratitud por lo que compartimos.

Por cierto, si llevas tiempo aquí sabes que el año pasado me fui 60 días de viaje sola por Perú he hice varias cartas al respecto. Esta vez me voy de viaje por 35 días a una aventura nueva y estaré escribiendo mucho por aquí. Me encantaría que me acompañaras. Si no quieres perdértelo, déjame tu mail aquí para que te lleguen todas mis cartas a tu correo.
Con amor,
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